El instinto de supervivencia
ganó un partido duro ante Estudiantes. Por eso son tres puntos de oro, que
provocan una luz de ventaja con respecto a San Martín, que permanecerá en
promoción esta semana. Los goles fueron convertidos por Carniello, Fissore y Gandín,
de penal. Boselli y Zapata descontaron para la visita.
Rafaela
es un virtuoso en la lucha. Eso sí, con errores y aciertos. A nadie le sobra ni
le falta nada entre los menos válidos del promedio. Pero la esencia fundamental
la tiene. Está concientizado lo que es vivir al límite del precipicio entre
caer a la promoción y permanecer agarrado con una mano.
En esa lucha perpetua aturden las alarmas en la cabeza y los
nerviosismos te despiertan o te ahogan, cual espada de doble filo. Te mantiene
concentrado, vivo, despierto, en su faz benévola. O, en oposición, te destruye
internamente, inculcando ansiedades y pesos en los hombros.
Pero algo es indudable. Desde que llegó Forestello niveló los
resultados. Le provocó un cimbronazo al plantel. Hace tres partidos
consecutivos que no pierde en casa, venciendo a San Lorenzo, San Martín y
Estudiantes. Resultados que dejan disfrutar, hoy por hoy, una luz de ventaja en
la lucha y fuera de todo.
Así lo toma Rafaela. Como una lucha, una final honorífica y
estadística. Entre el bien y mal, la salvación y el precipicio. Se aferra a la
concentración extrema en la marca, el pragmatismo ofensivo y la consecución
efectiva. Disciplina táctica para contraerse, cerrar espacios y pelear por cada
centímetro, por cada balón, para desplegarse furtivamente con Castro y Carrera
en las bandas y la rapidez para concretar. Queda claro que el fútbol es un
juego de intensidades. Quien ocasione y sea más efectivo, ganará. Obviamente
que nada es lógico en el fútbol, pero Rafaela lo demostró en el 2-0 de
arranque. Esa fue la diferencia contra Estudiantes.
Aunque “el Pincha” propuso un juego con grandes potencias
individuales (“La Gata” Fernández, Enzo Pérez, Leandro Benítez, Mauro Boselli,
Mariano González), el colectivo nunca pudo transparentarlo. Se pinchó en una
profunda quietud mental. En esta muerte sin ideas, ni conexiones, ni
superioridades numéricas, tuvo mucho que ver el frontón de hormigón de Rafaela.
Completamente, infranqueable.
Solamente, por los propios desaciertos defensivos (pérdida de
marcas permanentes en pelotas móviles y paradas), el local encontró
incomodidades. Cuando se escapaba el primer tiempo, Rafaela bajó la guardía y
la intensidad en la presión, y Estudiantes complicó con la misma formula.
Desmarque, anticipación, centro y gol. Así, hizo sufrir al local (1-2 de
Boselli y el 2-3 de Zapata).
Entre aciertos y errores. Rafaela fue más, ante un tibio
Estudiantes. Porque sabe usufructuar la presión de la lucha por los promedios.
En los genes tiene pelea y sacrificio. La esencia vital para permanecer.
Todavía es largo.

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